lunes, 5 de diciembre de 2011

EGUZKILORE


Hace miles de años, cuando la humanidad comenzaba su andadura sobre la faz de la tierra, no existía sol ni luna. Hombres y mujeres vivían bajo la constante penumbra, atemorizados por los monstruos que en forma de dragones, caballos voladores y otras muchas aterradoras figuras surgían de las entrañas de la tierra.

Así pues, los desesperados humanos resolvieron implorar la ayuda de la madre tierra.

-Amalur, madre tierra -rogaban- por piedad, protégenos de los peligros que nos acechan.

La Tierra estaba ocupada en la Creación, y no atendió a sus hijos los humanos, que sin embargo no cejaban en su empeño, hasta que finalmente lograron llamar la atención de la diosa creadora.

-Pedís mi ayuda, hijos míos, y la tendréis. Crearé un ser luminiscente, al que llamareis Ilargi.

Y fue así que la Tierra creó la Luna

Los humanos, pavorosos al principio ante tal prodigio, se escondían en sus cuevas, hasta que finalmente se acostumbraron a su luz y volvieron a poder caminar bajo ella, al igual que los genios y las brujas, que al poco tiempo volvieron a atacar a los humanos.

-Amalur –volvian a pedir los humanos-, te damos las gracias por habernos dado a la madre Ilargi, pero necesitamos algo más poderoso para protegernos de los males que aún pueblan la tierra.

-Esta bien. Crearé un ser que tendrá mayor fuerza que Ilargi, al que llamareis Eguzki. Eguzki regirá el día e Ilargi la noche.

Y fue asi que la Tierra creó el Sol.

Eguzki era de una grandeza, luz y calidez tal que los humanos tardaron mucho más tiempo en habituarse a él, pero no tubieron ocasión de arrepentirse, pues a su luz y calor nacieron las plantas y los arboles, y los monstruos y demas criaturas que antes acechaban en el oscuro mundo, no pudieron acostumbrarse a su luz, siendo tan solo capaces de salir de sus escondrijos a la noche.

Y asi, los humanos volvieron a acudir a su creadora y protectora, sabedores de una protección que tan solo una amantísima madre puede otorgar.

-Amalur, te estamos sumamente agradecidos porque nos has dado a la madre Ilargi y la madre Eguzki, pero necesitamos algo más, pues si durante el día no corremos peligro ninguno, los monstruos salen a la noche de sus escondites para atacarnos.

-De acuerdo. Volveré a ayudaros por una última vez. Crearé una flor preciosa, de una belleza tal que cuando aun de noche lo contemplen los monstruos, creyendo que se trata del mismo Eguzki, huirán despavoridos.  

Y fue asi que la Tierra creó la flor del sol, Eguzkilore, que aun hoy protege las casas de los humanos de los malos espiritoso, las brujas, de las enfermedades, las tormentas, los relámpagos y cualquier otro peligro que sobre los moradores de la casa protegida pudiera recaer. 


Un Eguzkilore en la puerta de entrada de una casa vasca.


(Traducción creativa de "Eguzkilorea" en EUSKAL HERRIKO LEYENDAK. Toti Martinez de Lezea. Ed. Erein. Marzo de 2003)

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