sábado, 9 de junio de 2012

LA MITOLOGÍA EN LA VIDA COTIDIANA


A nadie se le escapa que la mitología clásica forma parte del caudal cultural de Europa, y por influencia de esta, del Mundo entero; y que las figuras de la Mitología clásica han llegado hasta nosotros, e incluso la usamos en el día a día. Hasta el punto de que el mismo nombre de Europa proviene de la mitología griega.

A veces, esa influencia es clara para el profano en la materia en términos como “Talón de Aquiles”, “Espada de Damocles” o “Hercúleo”; otras veces, la influencia de la mitología es inmediatamente apreciada solo por los versados en la materia, como ocurre con términos como “Orfeón” o “Museo”; y por último, el influjo de la Mitología en algunos términos solo puede ser apreciado por los más avezados o curtidos, como en el caso de “Caco”, por poner un ejemplo.

Sea como fuere, lo cierto es que esa influencia existe, y día a día recurrimos a figuras mitológicas. En “Mitología en la Vida Cotidiana” escrita por Assela Alamillo y editada originalmente en 1997 por la editorial Acento, la autora nos ofrece una relación  de la Mitología con áreas  con las que un alumno de enseñanza media tiene que moverse por obligación: la lengua, las ciencias de la naturaleza, la geografía y la química,  en los que trata de aportar un matiz de amenidad que se traduzca en cultura, así como otras materias de interés general como la música, la medicina, la psiquiatría o la Biblia.

Mi intención al escribir este post, además de recomendar la lectura del librito en cuestión, es la de anunciar mi intención de redactar de vez en cuando posts basados en distintos apartados de este fascinante libro, procurando siempre, por supuesto, respetar escrupulosamente los derechos de Propiedad Intelectual de la autora.

Espero que no me demande…

lunes, 5 de diciembre de 2011

EGUZKILORE


Hace miles de años, cuando la humanidad comenzaba su andadura sobre la faz de la tierra, no existía sol ni luna. Hombres y mujeres vivían bajo la constante penumbra, atemorizados por los monstruos que en forma de dragones, caballos voladores y otras muchas aterradoras figuras surgían de las entrañas de la tierra.

Así pues, los desesperados humanos resolvieron implorar la ayuda de la madre tierra.

-Amalur, madre tierra -rogaban- por piedad, protégenos de los peligros que nos acechan.

La Tierra estaba ocupada en la Creación, y no atendió a sus hijos los humanos, que sin embargo no cejaban en su empeño, hasta que finalmente lograron llamar la atención de la diosa creadora.

-Pedís mi ayuda, hijos míos, y la tendréis. Crearé un ser luminiscente, al que llamareis Ilargi.

Y fue así que la Tierra creó la Luna

Los humanos, pavorosos al principio ante tal prodigio, se escondían en sus cuevas, hasta que finalmente se acostumbraron a su luz y volvieron a poder caminar bajo ella, al igual que los genios y las brujas, que al poco tiempo volvieron a atacar a los humanos.

-Amalur –volvian a pedir los humanos-, te damos las gracias por habernos dado a la madre Ilargi, pero necesitamos algo más poderoso para protegernos de los males que aún pueblan la tierra.

-Esta bien. Crearé un ser que tendrá mayor fuerza que Ilargi, al que llamareis Eguzki. Eguzki regirá el día e Ilargi la noche.

Y fue asi que la Tierra creó el Sol.

Eguzki era de una grandeza, luz y calidez tal que los humanos tardaron mucho más tiempo en habituarse a él, pero no tubieron ocasión de arrepentirse, pues a su luz y calor nacieron las plantas y los arboles, y los monstruos y demas criaturas que antes acechaban en el oscuro mundo, no pudieron acostumbrarse a su luz, siendo tan solo capaces de salir de sus escondrijos a la noche.

Y asi, los humanos volvieron a acudir a su creadora y protectora, sabedores de una protección que tan solo una amantísima madre puede otorgar.

-Amalur, te estamos sumamente agradecidos porque nos has dado a la madre Ilargi y la madre Eguzki, pero necesitamos algo más, pues si durante el día no corremos peligro ninguno, los monstruos salen a la noche de sus escondites para atacarnos.

-De acuerdo. Volveré a ayudaros por una última vez. Crearé una flor preciosa, de una belleza tal que cuando aun de noche lo contemplen los monstruos, creyendo que se trata del mismo Eguzki, huirán despavoridos.  

Y fue asi que la Tierra creó la flor del sol, Eguzkilore, que aun hoy protege las casas de los humanos de los malos espiritoso, las brujas, de las enfermedades, las tormentas, los relámpagos y cualquier otro peligro que sobre los moradores de la casa protegida pudiera recaer. 


Un Eguzkilore en la puerta de entrada de una casa vasca.


(Traducción creativa de "Eguzkilorea" en EUSKAL HERRIKO LEYENDAK. Toti Martinez de Lezea. Ed. Erein. Marzo de 2003)

sábado, 6 de agosto de 2011

EL NUDO GORDIANO

Cuenta la leyenda que un campesino de la Anatolia, de nombre Gordias, tenía a sus bueyes de labranza atados al yugo mediante un nudo formado con una complejidad tal que era imposible de soltar, pues así habían deseado los dioses olímpicos, para así poner a prueba a los hombres que pretendieran alcanzar la mayor de las glorias, pues era comúnmente sabido que quien lograra desatar el nudo, lograría alcanzar uno de los mayores anhelos con que todo caudillo griego soñaba: acabar con el eterno enemigo de los griegos, someter al persa. Conquistar Asia.

Durante años, fueron muchos los valerosos hombres que se prestaron a desatar el tan latoso  lazo y recorrieron en peregrinación toda Grecia a aplicar todo su ingenio y esfuerzo en superar la divina prueba, sin ningún resultado, pues estaba escrito que tan solo quien estuviera imbuido del toque de divinidad suficiente, sería capaz de desatar el dichoso nudo.
Un día, Alejandro de Macedonia, presto a dirigirse a la conquista de Persia, decidió que debía demostrar al mundo la protección que los dioses le brindaban, y se convirtió en el enésimo adversario del nudo. Así pues, comenzó a aplicar todo su vasto conocimiento sobre el mundo y la naturaleza de las cosas en desatar el nudo, sin éxito. Al final, indignado, harto, desenvainó la espada y resoluto propinó un golpe con ella al nudo, cortándolo por la mitad.

Aquella noche, Zeus, Rey del Olimpo, hizo mostrar su alegría con una tormenta de rayos, pues según el mayor de los Dioses dijo al soberano macedonio, era lo mismo cortarlo que desatarlo. Con el tiempo, la historia recordaría a Alejandro de Macedonia como Alejandro Magno, conquistador de Persia, Mesopotamia y Egipto. Alejandro Magno, conquistador de Asia.

domingo, 22 de mayo de 2011

UN DIOS PARA UNA CIUDAD


Siendo hoy día de elecciones, no me resisto a escribir esta breve pero preciosa historia sobre la fundación de una ciudad griega.


Cuenta la leyenda que una vez, en un lugar de Grecia, comenzó, lenta pero inexorablemente, a nacer una nueva ciudad. Sin embargo, contra lo que era costumbre, sus habitantes carecían de deidad que les protegiera, y una disputa por su adoración se abrió en el Olímpo, siendo los principales candidatos Atenea, hija de Zeus, diosa de la guerra, la sabiduría y la artesanía, y Poseidón, hermano de Zeus y tío de Atenea, Señor del Mar y padre de los caballos. Siendo que los dos dioses eran parejos en merecimiento y necesidad de la adoración por los ciudadanos de la incipiente nación, pues así como Atenea no tenia a quien proteger de entre los muchos mortales que poblaban la tierra,  Poseidón no tenia posesión alguna en tierra firme; y siendo parejo también el poder de una y otro y la protección que pudieran ofrecer, el Señor de los Dioses no tubo otra opción que dejar la decisión en manos de los propios mortales.

Así, las dos deidades se dispusieron a hacer gala de sus poderes y habilidades ante los habitantes de la region, prestos a sorprenderlos y ganarlos así para su causa. Poseidón, Señor del Mar y de las aguas, propició el nacimiento de una enorme fuente de agua, que con gloriosa majestuosidad, abasteció del preciado liquido elemento las zonas circundantes, fertilizándolas y haciéndolas aptas para el cultivo y la supervivencia de los humanos. Los hombres supieron ver en el agua un elemento imprescindible para mantener la higiene necesaria para evitar las plagas que en otros lugares habían padecido.

Atenea, por su parte, hizo aparecer de la nada un olivo, y se ofreció a mostrarles a los humanos el arte de su cultivo y de la obtención del aceite de sus frutos. En esta ocasión fueron las mujeres quienes supieron reconocer las muchas utilidades que el  aceite tendría en la cocina y en la fabricación de ungüentos medicinales, y las muchas ventajas que el olivo podría traerles.

Como fuera imposible conciliar a las dos facciones, los hombres por un lado y las mujeres por el otro, se procedió a votar, y resultó que el numero de mujeres superaba por una al numero de hombres, de modo que fue la diosa Atenea la elegida como protectora.

Y fue así como se decidió la protectora de la que, con el paso del tiempo, se convertiría en la gran Atenas, una de las mayores y mas recordadas ciudades griegas, cuna de la Filosofía y la Democracia. La Madre de Europa.

sábado, 21 de mayo de 2011

HERACLES Y LAS MANZANAS DE LAS HESPERIDES

Después de que Heracles hubiera matado el león de Nemea, a la Hidra de Lerna, capturado la cierva de Cerinia,  el jabalí de Erimanto, liquidado a las pérfidas aves del lago Estinfalo, limpiado los establos de Augias, domado las yeguas de Diomedes, capturado el toro de Minos, logrado obtener el cinturón de Hipolita y robado el ganado de Geríones, al rey Euristeo se le ocurrió un trabajo que consideraba absolutamente imposible de realizar: lograr las manzanas de oro del Jardin de las Hesperides, huerto sagrado de la irascible diosa Hera que la misma habia confiado al custodio de tres ninfas y un temible dragón.
Las Hesperides, el Dragon Ladon y el Arbol de las Manzanas de Oro
Como fuera que ningún mortal conocía la localización del Jardin, el semidiós no tubo más remedio que consultar las Parcas, quienes le hicieron saber que ese arcano secreto tan solo podría estar al alcance de un dios marino: Nereo. Nereo era un esquivo ser que intentaba rehuir de las disquisiciones del hijo de Zeus valiendose de su famoso don de la transformación. Asi, primero se convirtió en fuego, luego en una serpiente marina que se escurria entre sus dedos, y por ultimo, en agua que casi se deslizó al mar, pero con todo, no pudo evitar que el héroe lo sujetara, y le obligara a adoptar su forma de dios marino e indicarle el camino a seguir por tierra y por mar a su forzado destino.
Heracles viajo entonces por mar desde el este al oeste y llego a la remota isla de las Hesperides, donde aguardaba el precioso árbol de manzanas de oro, regalo de bodas de la Tierra a Hera. Heracles, viendo que, pese a su mas que probada fuerza le seria imposible doblegar al Dragon Ladon, celoso custodio de uno de los mas preciados tesoros de Hera, buscó ayuda en Atlas, que cumplía en un lugar cercano su condena de llevar el peso del firmamento sobre sus hombros.
Atlas le ofreció su ayuda encantado, a condición de que, mientras estuviera recogiendo las susodichas manzanas, Heracles sostuviera el firmamento, prometiendo que en cuanto trajera las manzanas, retomaría su carga. Atlas robó las manzanas y se las llevó a Heracles, pero luego se negó a volver a soportar el peso del firmamento, y vio una estupenda oportunidad para, entregándoles las manzanas a Zeus como presente, congraciarse con él y redimir su culpa a los ojos del Rey de los Dioses. Heracles aceptó entonces seguir sosteniendo el firmamento para que Atlas pudiera verse por fin liberado de su secular castigo, a condición de que le permitiera por un momento fabricar un cojín que le ayudara a llevar la pesada carga, y pidiéndole que, mientras tanto, Atlas retomara momentáneamente el firmamento. Cuando el Titan accedió, Heracles se zafó y dejando a Atlas atrapado bajo su carga, fue a llevar las manfanas a Euristeo. Y fue así como Heracles salió airoso de su undécima y penúltima prueba.

domingo, 30 de enero de 2011

EL JUICIO DE PARIS

Habiendo sido invitados los dioses y las diosas a las bodas de Tetis y Peleo, solamente la Discordia fue excluida del festín, desterrada como estaba del Olimpo por causa de las continuas disputas y trastornos que entre los dioses promovía, por temor a que ni siquiera en una tan feliz circunstancia cejara en su empeño de sembrar el desorden y la disidencia.

Esta exclusión hirió en lo más vivo a la diosa, y decidió vengarse de la manera más habil posible, y apareciendo al final de la comida envuelta en una nube, arrojó sobre la mesa una preciosa manzana de oro que llevaba grabado en el costado las palabras a la mas hermosa. Y fue así que se inició una pelea para decidir la dueña del litigioso regalo: la soberbia Hera apelaba a su cualidad de reina de los cielos para ser merecedora de tal honor, la brillante Atenea, a su indudable ejemplaridad y legendario tino en todo aquello que se propusiese, y la lujuriosa Afrodita a su calidad de diosa de la belleza y el amor carnal, sin que ninguno de los otros olímpicos plantearanse siquiera dar la razón a una u otra de ella, por temor a la legendaria ira de las tres diosas.

"El Juicio de Paris" de Rubens
En mitad de la discusión, Hermes ensalzó los méritos del troyano Paris, hijo del Rey Priamo, y aconsejo a los dioses que le tomaran por arbitro en la disputa. Llevado el príncipe ante las diosas, pusieron estas en juego todas las seducciones posibles para tenerlo favorable. Hera le prometió riquezas, Atenea la gloria de las armas y Afrodita que le daría la más bella mujer del mundo. Afrodita fue la elegida por el príncipe troyano y en medio de los aplausos del Olimpo obtuvo el premio de la belleza, mientras que Hera y Atenea, celosas y humilladas, decidieron perder a Paris, a su familia y a toda la nación troyana.

Fue así que cuando Afrodita cumplió con su palabra y consiguió para Paris los amores de Helena de Esparta, esposa del rey Menelao, que renunció de su patria y abjuró de sus sentimientos de esposa, Hera y Atenea consiguieron urdir la conjura por la cual todos los reinos de Grecia dejaron temporalmente sus diferencias de lado para enviar inmensos ejercitos a la ciudad de Troya para el rescate de la reina confundida por la diosa del amor, dando así comienzo a una larga y cruenta guerra que, tras suponer el fin de muchos insignes héroes griegos, terminó con la destrucción de la misma Troya

sábado, 29 de enero de 2011

EL VUELO DE ÍCARO

Cuando Minos, Rey de Creta y señor del Minotauro, quiso ocultar a sus ciudadanos la existencia del monstruo por la vergüenza que le suponía su existencia,  requirió los servicios del ateniense Dédalo, arquitecto de sobradamente reconocida competencia, a quien le encargó la construcción de un laberinto que serviría ademas para mantener al monstruo encerrado entre sus inextricables muros.

Una vez construido el intrincado laberinto de Creta, Minos ordenó recluir a Dédalo y a su hijo Ícaro en una torre a fin de mantener en secreto el diseño del laberinto, con la única escalera de salida fuertemente custodiada, sin molestarse tan siquiera de mandar grilletear a los reos. Dédalo, cuya audacia era pareja a su genio arquitectonico, ideó un medio para escapar de su prisión, y bajo pretexto de querer ofrecer un regalo a Minos, pidió a sus carceleros cera y plumas. El ingenioso inventor unió las plumas con la cera, fabricando dos pares de alas, una mayor y otra menor, y tras probar las primeras y comprobar su consistencia, entregó las segundas a su hijo.

El sabio Dédalo se dirige entonces a su joven vástago y le dice: "Hijo mio, vuela con prudencia y guarda siempre en los aires una distancia conveniente. Si te elevas demasiado hacia el sol, su calor fundirá la cera de tus alas; si vuelas demasiado bajo,  la humedad del mar las hará en extremo pesadas para tu débiles fuerzas. Evita uno y otro extremos y sígueme sin cesar"

"La caída de Ícaro" de Thomas Fedrianus
Así, aunque no sin lagrimas de temor, padre e hijo saltan al vacío y comienzan su vuelo, logrando así escapar de la torre, creyendo los cretenses que los vieron que se encontraban ante dioses inmortales. Aunque inicialmente vacilante, Ícaro cobra poco a poco bríos y a poco ya no teme nada, y tras sobrevolar  muchas de las islas griegas de regreso a su patria siguiendo la prudente guía de su padre, confundido por la libertad  por tanto tiempo negado en el pétreo claustro de la torre cretense, creyendo que podría realizar cualquier maniobra, lanzose a volar hacia las altas regiones del éter, queriendo mofarse del propio Helios. 

Empero, obcecado como se encuentra por alcanzar lo inalcanzable, no se da cuenta de que el calor del sol derrite la cera y las plumas se desprenden, privándole de su herramienta voladora. Cuando se da cuenta, lanza un grito de espanto llamando a su padre a su socorro. Sin embargo, es tarde.

Una vez sin sus alas, Ícaro cayó, se precipitó en el mar y se ahogó, encontrando su padre por toda señal del destino de su hijo un puñado de plumas flotando en la superficie del agua.

Así es como el joven Ícaro,  por su excesiva soberbia, imprudencia y temeridad encontró la muerte, cuando debería haber alcanzado su libertad