domingo, 30 de enero de 2011

EL JUICIO DE PARIS

Habiendo sido invitados los dioses y las diosas a las bodas de Tetis y Peleo, solamente la Discordia fue excluida del festín, desterrada como estaba del Olimpo por causa de las continuas disputas y trastornos que entre los dioses promovía, por temor a que ni siquiera en una tan feliz circunstancia cejara en su empeño de sembrar el desorden y la disidencia.

Esta exclusión hirió en lo más vivo a la diosa, y decidió vengarse de la manera más habil posible, y apareciendo al final de la comida envuelta en una nube, arrojó sobre la mesa una preciosa manzana de oro que llevaba grabado en el costado las palabras a la mas hermosa. Y fue así que se inició una pelea para decidir la dueña del litigioso regalo: la soberbia Hera apelaba a su cualidad de reina de los cielos para ser merecedora de tal honor, la brillante Atenea, a su indudable ejemplaridad y legendario tino en todo aquello que se propusiese, y la lujuriosa Afrodita a su calidad de diosa de la belleza y el amor carnal, sin que ninguno de los otros olímpicos plantearanse siquiera dar la razón a una u otra de ella, por temor a la legendaria ira de las tres diosas.

"El Juicio de Paris" de Rubens
En mitad de la discusión, Hermes ensalzó los méritos del troyano Paris, hijo del Rey Priamo, y aconsejo a los dioses que le tomaran por arbitro en la disputa. Llevado el príncipe ante las diosas, pusieron estas en juego todas las seducciones posibles para tenerlo favorable. Hera le prometió riquezas, Atenea la gloria de las armas y Afrodita que le daría la más bella mujer del mundo. Afrodita fue la elegida por el príncipe troyano y en medio de los aplausos del Olimpo obtuvo el premio de la belleza, mientras que Hera y Atenea, celosas y humilladas, decidieron perder a Paris, a su familia y a toda la nación troyana.

Fue así que cuando Afrodita cumplió con su palabra y consiguió para Paris los amores de Helena de Esparta, esposa del rey Menelao, que renunció de su patria y abjuró de sus sentimientos de esposa, Hera y Atenea consiguieron urdir la conjura por la cual todos los reinos de Grecia dejaron temporalmente sus diferencias de lado para enviar inmensos ejercitos a la ciudad de Troya para el rescate de la reina confundida por la diosa del amor, dando así comienzo a una larga y cruenta guerra que, tras suponer el fin de muchos insignes héroes griegos, terminó con la destrucción de la misma Troya

No hay comentarios:

Publicar un comentario