sábado, 21 de mayo de 2011

HERACLES Y LAS MANZANAS DE LAS HESPERIDES

Después de que Heracles hubiera matado el león de Nemea, a la Hidra de Lerna, capturado la cierva de Cerinia,  el jabalí de Erimanto, liquidado a las pérfidas aves del lago Estinfalo, limpiado los establos de Augias, domado las yeguas de Diomedes, capturado el toro de Minos, logrado obtener el cinturón de Hipolita y robado el ganado de Geríones, al rey Euristeo se le ocurrió un trabajo que consideraba absolutamente imposible de realizar: lograr las manzanas de oro del Jardin de las Hesperides, huerto sagrado de la irascible diosa Hera que la misma habia confiado al custodio de tres ninfas y un temible dragón.
Las Hesperides, el Dragon Ladon y el Arbol de las Manzanas de Oro
Como fuera que ningún mortal conocía la localización del Jardin, el semidiós no tubo más remedio que consultar las Parcas, quienes le hicieron saber que ese arcano secreto tan solo podría estar al alcance de un dios marino: Nereo. Nereo era un esquivo ser que intentaba rehuir de las disquisiciones del hijo de Zeus valiendose de su famoso don de la transformación. Asi, primero se convirtió en fuego, luego en una serpiente marina que se escurria entre sus dedos, y por ultimo, en agua que casi se deslizó al mar, pero con todo, no pudo evitar que el héroe lo sujetara, y le obligara a adoptar su forma de dios marino e indicarle el camino a seguir por tierra y por mar a su forzado destino.
Heracles viajo entonces por mar desde el este al oeste y llego a la remota isla de las Hesperides, donde aguardaba el precioso árbol de manzanas de oro, regalo de bodas de la Tierra a Hera. Heracles, viendo que, pese a su mas que probada fuerza le seria imposible doblegar al Dragon Ladon, celoso custodio de uno de los mas preciados tesoros de Hera, buscó ayuda en Atlas, que cumplía en un lugar cercano su condena de llevar el peso del firmamento sobre sus hombros.
Atlas le ofreció su ayuda encantado, a condición de que, mientras estuviera recogiendo las susodichas manzanas, Heracles sostuviera el firmamento, prometiendo que en cuanto trajera las manzanas, retomaría su carga. Atlas robó las manzanas y se las llevó a Heracles, pero luego se negó a volver a soportar el peso del firmamento, y vio una estupenda oportunidad para, entregándoles las manzanas a Zeus como presente, congraciarse con él y redimir su culpa a los ojos del Rey de los Dioses. Heracles aceptó entonces seguir sosteniendo el firmamento para que Atlas pudiera verse por fin liberado de su secular castigo, a condición de que le permitiera por un momento fabricar un cojín que le ayudara a llevar la pesada carga, y pidiéndole que, mientras tanto, Atlas retomara momentáneamente el firmamento. Cuando el Titan accedió, Heracles se zafó y dejando a Atlas atrapado bajo su carga, fue a llevar las manfanas a Euristeo. Y fue así como Heracles salió airoso de su undécima y penúltima prueba.

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